La realidad demuestra que la demagogia, la hipocresía y la ignorancia no son patrimonio de ningún grupo concreto.

jueves, 27 de enero de 2011

Venganza oculta

El siguiente relato resutó ser el ganador del I Concurso de Microrrelatos del periódico digital Canarias Social:

La esperaba. Llegado el momento y cuando únicamente la luna ofrecía algo de luz en la noche profunda, ella, de aspecto frágil y enfermizo, se adentró despreocupada en el oscuro y estrecho callejón. Mientras, él permanecía oculto sosteniendo un cuchillo. De pronto, la sorprendió de súbito, presionándole la garganta con la hoja del puñal. Con agresivos susurros, derramaba en sus oídos palabras amenazantes. Por supuesto, ella cedió a sus órdenes casi sin oponerse, quedando tendida en el suelo mientras él le desgarraba frenético la ropa. Apenas hubo asimilado la situación y ya había sido penetrada. Una terrible y a la vez extraña sensación de impotencia y satisfacción recorrió su cuerpo. Se quedó inmóvil. De algún modo, él no esperaba tal reacción. Se suponía que debía de haber algún tipo de resistencia. Pero no. Ella permaneció así hasta el final, sin oponerse. Y una vez satisfechos sus complejos y macabras inseguridades, se marchó, abandonándola en el suelo del callejón. Finalmente y tras perderlo de vista, se incorpora, dañada pero complacida por la involuntariedad de su venganza, pues él desconocía que ella estaba infectada por una grave enfermedad, contagiosa y mortal.

domingo, 23 de enero de 2011

La locura

(...) - ¿Sabes que fue lo primero que me llamó la atención de ti? Tus piernas.
- ¿De verdad? Mmm, tuve alguna suerte con mis piernas. El cerebro no me salió tan bien.
- Oh, si, ehh, podría pasarme horas mirandole las piernas a una mujer.
- ... No tengo ninguna prisa.
- ¿Tú crees que estoy loco?
- ¿Qué es estar loco? Yo no lo sé. Todos estamos en un infierno. Y sólo en los manicomios es donde la gente sabe que está en un infierno. (...)

lunes, 17 de enero de 2011

La pureza de las ambiciones

(...) Raras veces hablaba de sí mismo como hacen otros escritores, y mi impresión era que tenía poco o ningún interés por seguir lo que la gente llama "una carrera literaria". No le gustaba la competitividad, no le preocupaba su reputación, no estaba orgulloso de su talento. Ésa era una de las cosas que más me atraían de él: la pureza de sus ambiciones, la absoluta simplicidad con que se planteaba su trabajo. Esto hacía que a veces resultase terco e irritable, pero también le daba valor para hacer exactamente lo que quería. (...)

Leviatán
Paul Auster

sábado, 8 de enero de 2011

Amanecer

Se aleja el tranvía. 29 minutos de espera para el próximo. Me acerco resignado al andén de la estación. Dejo caer pesadamente sobre el asiento mi resaca y soñolencia. Párpados de plomo, mi cuerpo es plomo que resiste por inercia.
Junto a mí, hay una pareja. Ebrios, drogados, que más da. Conversan en un lenguaje ininteligible; balbuceos roncos. Ella se recuesta lánguida en su regazo mientras él estornuda y se babea. Toda la mezcla de fluidos acaba en el suelo tras reposar en su barbilla, en sus dedos. Se escucha el rumor seco de la inmundicia descansando en el piso. Chuc, chuc…
El panel señala 25 minutos. Llegan dos chicas a la parada. Comparten un croissant de jamón y queso y hablan sobre la gula después de una noche de fiesta. Bocadillos, dulces, pizzas, lo que sea, da igual, cualquier porquería es buena para matar el hambre.
-¿Quieres?
-No, gracias.
-¿Seguro? No está mal, hay suficiente para…
-No, de verdad, sólo quiero llegar a casa y dormir. Sólo eso. Además, ya comí algo hace un rato, un perrito caliente. Pero gracias.
Mis ojos se cierran, ¿recuerdas? Mis párpados eran plomo y siguen siéndolo. Oigo murmullo y risas. Mandíbulas que rumian. Ñam ñam. Y balbuceos y mocos y babas que se estrellan contra el suelo.
20 minutos. La noche avanza a paso lento hacia el amanecer y no puedo hacer nada por evitarlo.