La realidad demuestra que la demagogia, la hipocresía y la ignorancia no son patrimonio de ningún grupo concreto.

domingo, 30 de septiembre de 2012

La polla más grande del mundo


Todavía, cuando lo recuerdo, siento aquel mal sabor de boca. Y ni siquiera puedo cepillarme los dientes para olvidarme de él. Al contrario, resulta mucho peor. Fue el cepillo de dientes, precisamente, y la cámara de fotos, lo único que no nos robaron aquel fin de semana que decidimos volvernos a Tudela, a ver a los nieticos. Llevábamos ya casi dos meses sin volver, desde que el médico le recomendó a Eulogico un clima más templado y él me propuso comprar un apartamento en Benidorm y arrejuntarnos. ¡A mí, con mis años! Al principio me daba mucha vergüenza, más que nada por mis hijos, porque pensaba que me pondrían de pelandusca para arriba. Pero ellos lo aceptaron con mucha deportividad, yo creo que porque nunca quisieron al difunto demasiado, y Eulogio será lo que quieras, pero al menos no bebe. Ni siquiera ahora, aquí en Benidorm, que con eso de la Viagra se ha vuelto un chavalote, y no le queda tiempo para nada, que cuando no anda con esa cosa tiesa le da por sacarme fotos cochinas. Por eso cuando al volver de Tudela nos encontramos con que los cacos habían entrado al apartamento, fue un alivio saber que al menos habían dejado la cámara, en la cual habíamos inmortalizado nuestros momentos más íntimos. Cuál no sería, sin embargo, nuestra sorpresa cuando Eulogio, al revelar las fotos, descubrió un par de juveniles traseros que evidentemente no correspondían con los nuestros, estriados y pendulones. Los cacos, amén de robarnos, habían tenido la desfachatez de dejarnos aquel souvenir, pero eso no era lo peor, sino que ¿qué era lo que se veía entre sus nalgas peludas hundido hasta la empuñadura? Efectivamente: mi cepillo de dientes. Desde aquel día no he podido quitarme el mal sabor de boca. A Eulogio, por el contrario, cada vez que lo recuerda le da la risa. Pero, claro, él usa dentadura postiza.

Souvenir (Leyenda urbana), 
Relato del libro La polla más grande del mundo y otros 69 cuentos
Patxi Irurzun

martes, 25 de septiembre de 2012

La doctrina del shock


La privación sensorial es, en realidad, una forma de producir monotonía extrema. Causa la pérdida de capacidades críticas, el pensamiento es menos claro, el sujeto se queja por no poder ni siquiera soñar despierto...



domingo, 16 de septiembre de 2012

Easy Rider

-Nos tienen miedo.
-No les dais miedo vosotros. Les da miedo lo que representáis para ellos.
-¿Ah, sí? Lo que representamos para ellos es que necesitamos un pelado.
-No. Lo que representáis para ellos es la libertad.
-¿Qué tiene de malo la libertad? Todo el mundo la quiere.
-Sí, todo el mundo quiere ser libre, pero una cosa es hablar de ello y otra muy diferente serlo. Es muy difícil ser libre cuando te compran y te venden en un mercado. Claro que no les digas jamás que no son libres, porque entonces se dedicarán a matar y mutilar para demostrar que lo son. Sí, sí, están todo el día hablando y hablando de la libertad individual y ven un individuo libre y se cagan de miedo.
-Pues el miedo no les hace huir.
-No, el miedo les hace peligrosos.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Dónde está mi cabeza?


I

Antes de despertar, ofrecióse a mi espíritu el horrible caso en forma de angustiosa sospecha, como una tristeza hondísima, farsa cruel de mis endiablados nervios, que suelen desmadrarse con trágico humorismo. Desperté; no osaba moverme, no tenía valor para reconocerme y pedir a los sentidos la certificación material de lo que ya tenía en mi alma todo el valor del conocimiento. Por fin pudo más la curiosidad que el terror; alargué mi mano, me toqué, palpé... Imposible exponer mi angustia cuando pasé la mano de un hombro a otro sin tropezar en nada... El espanto me impedía tocar la parte, no diré dolorida, pues no sentía dolor alguno..., la parte que aquella increíble mutilación dejaba al descubierto... Por fin, apliqué mis dedos a la vértebra cortada como un troncho de col; palpé los músculos, los tendones, los coágulos de sangre, todo seco, insensible, tendiendo a endurecerse ya, como espesa papilla que al contacto con el aire se acartona... Metí el dedo en la tráquea, tosí... Métilo también en el esófago, que funcionó automáticamente queriendo tragármelo...; recorrí el circuito de piel de afilado borde... Nada, no cabía dudar ya. El infalible tacto daba fe de aquel horroroso, inaudito hecho. Yo, yo mismo, reconociendome vivo, pensante y hasta en perfecto estado de salud física, no tenía cabeza.

(...)

¿Dónde está mi cabeza? (Antología del cuento literario, Editorial Alhambra)
Benito Pérez Galdós